viernes, 10 de junio de 2016

(crónica de) Los estrellados



Tengo un montón de documentales pendientes que, en la medida de lo posible, intentaré ir colocando en algún día de la semana, por muchas dificultades que me plantee la sempiterna conciliación. Pero hoy sí, y empezamos con un documental pequeñito, tanto como la escueta figura del insólito personaje al que rinde tributo. PAUL WILLIAMS: STILL ALIVE es la rendida carta de amor de un fan de los de verdad, que suelen ser los que se mantienen fieles durante toda la vida, y que además no suelen serlo de las estrellas más evidentes. Y nada, o casi nada, fue evidente en la frenética vida de Paul Williams, un autor y músico que ascendió como la espuma en los años setenta y luego se descalabró estrepitosamente por su adicción al alcohol y las drogas, hasta el punto de quedar pulverizado a un probable pie de página en un periódico local. Williams estuvo en lo más alto, con los más grandes, y, visto con la suficiente distancia, no pasaría de un (perdón) José Luis Perales. Es decir: nada de crítica social, pero sí un montón de arrebatado romanticismo ¿Comercial? Claro, pero no por ello menos interesante. Stephen Kessler lo filma con una mezcla de admiración e incredulidad, lo que "acerca" a la antigua estrella, pero distancia al hombre, que se revela como un agudo y desencantado observador que ya ha visto demasiadas cosas, y que desde sus dos décadas de sobriedad prefiere hacer pequeños shows para mezclarse con la gente que él considera que más le ha dado: los fans. No se trata de una película maravillosa, pero armoniza estupendamente con esa corriente documental que tanto se ha puesto de moda últimamente, y que habla del rescate de viejas glorias olvidadas. Y, sí, "Sugarman" era mucho mejor, pero Paul Williams fue mucho más famoso y alguno se podría topar con alguna extraordinaria sorpresa si decide revisar su biografía.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!