jueves, 2 de junio de 2016

Dichosos los ojos



Hacía mucho tiempo que perseguía, y nunca mejor dicho, el traer aquí una obra maestra de esas por las que no pasa el tiempo, y que debía volver a revisionar con cuidado, para ver si algo había envejecido o si por el contrario volvía a sorprenderme como aquella lejana ocasión en que, de madrugada, palpitaban mis emociones por la extraña magia de unas imágenes que, una vez más, me habían puesto en mi sitio. PORTRAIT OF JENNIE, no hace falta ocultarlo, es una historia de fantasmas, pero no una cualquiera; no me parece tan importante si estamos asistiendo a una representación de lo sobrenatural, no tanto como el exuberante trabajo de un William Dieterle pletórico y febril, que con unos elementos muy básicos traslada nuestra percepción desde un presente anodino, el que vive el pintor amargado interpretado por Joseph Cotten, hasta un limbo en el que el tiempo parece detenerse y que son los encuentros de éste con la misteriosa Jennie (inmensa, inclasificable Jennifer Jones), que empieza siendo una cándida niña y acabará por convertirse en el ideal femenino del hombre y el artista, que encuentra una inagotable inspiración a raíz de dichos encuentros. Se trata de un arrebatado poema romántico, preocupado por escudriñar los entresijos de nuestros deseos y anhelos, y que sin ser para nada un film de terror provoca algún inquietante escalofrío; son esos momentos detenidos, en los que por una vez vemos reflejada en el cine nuestra mortalidad e insignificancia. Por tanto, como se pregunta el pobre y desorientado Eben Adams, por qué no dar todos nuestros miserables minutos de cotidianidad por apenas unos instantes de sublime inspiración... ¿Que son eso las musas, esas hijas de puta escurridizas?... Mucho me temo que no queda otra...
Obra maestra absoluta.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!