martes, 14 de junio de 2016

Fino creciente de desolación



THE BOY, de 2015, se mueve en un sentido muy diferente, comenzando como un lánguido ejercicio deliberadamente retro (está ambientada en 1989) y preparando sigilosamente un tramo final tan extraño como terrorífico, quizá no por lo impactante de sus imágenes, sino por la desasosegante naturalización del mal, un mal latente que se desliza por los rincones y mira con el desapasionamiento de una alimaña que espera con paciencia. Casi todo lo que vemos hasta entonces es la ruina de un motel en horas bajas, regentado por un hombre en constante depresión tras la muerte de su esposa y el deambular de su hijo, falto de atención y que parece acecharlo todo mientras recoge animales muertos y entabla amistad con un misterioso hombre que ha llegado tras atropellar a un ciervo. THE BOY, insisto, no indaga en lo sobrenatural, sino que muestra las brechas psicológicas desde el punto de vista infantil, y hay que andar atentos para detectar qué extrañas ideas van tomando forma en su mente y que muchos identificarían con una terrible psicopatía, distorsionando una realidad, por otra parte, en exceso hostil. No se trata de una gran obra, y de hecho tiene algunos problemas de ritmo en su primera mitad que la hacen pesada de digerir en sus excesivos 110 minutos; lo mejor, en cambio, es que en ningún momento te ves venir el desenlace, de una violencia pausada y sin estridencias, casi rozando lo amoral. Y buen trabajo, en todo caso, del veterano David Morse, que también produce, y el muy inquietante Jared Breeze, cuya gélida mirada indica tanto desamparo como mortificación.
Recomendable.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!