martes, 3 de enero de 2017

En manos del estilista



Se me hace especialmente complicado hablar un poco sobre Carrie Fisher, teniendo en cuenta que tengo comentada toda la saga de Star Wars y su trayectoria como actriz ha sido, como mínimo, discreta. Otra cosa sería hablar de su semidesconocida faceta como escritora, de cine y de lo otro, pero eso va a tener que ser en otro blog. Yo rescataría (por lo curioso) el que fue su debut ante las cámaras en SHAMPOO, de Hal Ashby, una película que el tiempo ha tratado injustamente (no así por la Academia, que la multipremió) y que está repleta de equívocos, por lo que me atrevo a afirmar que casi nadie ha entendido, ni siquiera los que en su momento la apreciaron. SHAMPOO no es una comedia, y esto es importante, puesto que todo lo que contiene parece estar dispuesto para que así sea, pero ni su tono, ni sus diálogos, ni su puesta en escena encajan en una comedia, sino en un ácido y nada complaciente fresco sobre la mezcla de intereses en la era Nixon (la campaña de su elección sobrevuela todo el metraje). Luego, es un film de 1975, pero lo que cuenta sucede casi una década antes, y ya lo dijo Truffaut (si no me equivoco): "Es más fácil ubicar una película hace 300 años que seis o siete"; es una película sobre los sesenta contada desde el desencanto de los setenta. Además, el aspecto de Warren Beatty y su actuación desmañada no ayudan precisamente, y cuesta ubicarlo con un secador en las manos. El punto fuerte es el endiablado guion de Robert Towne y la anárquica dirección de Ashby, causando un extraño efecto desorientador en el espectador, que quizá esperaba otra cosa y no los avatares de un adicto a las mujeres de usar y tirar. SHAMPOO no se ceba con nadie en particular, sino que otorga a cada personaje sus propias razones para hacer lo que hace; el trío femenino abarca tres décadas, desde la esposa del millonario que lo dejaría todo por irse con el peluquero, la velada señorita de compañía que intenta olvidarse del peluquero ahora que entra en la madurez e intentarlo con el millonario y la jovencita que inocentemente cree que el peluquero siente algo real por ella. Y todos hacen lo que hacen por algo, quizá porque no pueden hacer otra cosa, por ver en el egoísmo una tabla de salvación, o porque simplemente son mucho más estúpidos de lo que aparentan ser. El desenlace no puede ser más trágico y cortante, sin moralejas y sin reflexiones grandilocuentes, porque sólo hacen lo que pueden hacer...
Y, hombre, Carrie Fisher sale unos diez minutos con un vestido de tenis Lacoste, pero claro, está Julie Christie, maldita sea...
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!