sábado, 1 de julio de 2017

El slasher abstracto (o ensimismado)



No es casualidad, ni motivo de extrañeza, que el último film del músico y cineasta Rob Zombie se estrenara en Sundance. La deriva del cine de Zombie ha ido adquiriendo unos tintes que bien podríamos calificar de experimentales, fuera de los parámetros de la industria convencional, incluso de la que promulga productos similares a los suyos, slashers de serie Z, a la vieja usanza, con nulo gusto por los efectos digitales y una querencia enfermiza por manchar a señoritas poco arropadas con salsa de tomate. 31 es una película que quizá no guste tanto a los fans del género, un espídico paseo por una especie de recreación del infierno, al que llega un grupo de amigos que representan el ideal setentero de comuna liberada de dogmas sociales. Desconozco si al señor Zombie le ha dado la vena conservadora y babea filmando la penitencia de quienes se atrevan a ser libres; no creo que sea así, pero su texto no es algo que no hayamos visto antes, y sí que arriesga en lo conceptual, dotando a la película de una estética de cómic descarada (planos congelados que dan paso a encuadres de viñeta... presentación exclusivista de cada uno de los personajes). Como si intentara fusionar al Tarantino más salvaje y al Batman de "Arkham Asylum", Zombie filma en sincopado, a hipidos, resintiendo una historia que habría sido más interesante con un guion más elaborado y apoyado, apenas, en algunos parlamentos pretendidamente filosóficos y un retablo de deformidades que incluyen lindezas como enanos chicanos nazis, gigantes alemanes con tutú o payasos con motosierra. Y repito: el concepto visual lo maneja este señor, pero contar algo inteligible como que no.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!