lunes, 3 de julio de 2017

Teoría del crimen y práctica del castigo



La opinión generalizada opina (como no puede ser de otra manera) que Woody Allen vegeta, desde hace demasiados años, en un confortable paraíso de autocomplacencia que le permite seguir rodando cine aun sin ideas nuevas y tocar el clarinete los sábados. No es que IRRATIONAL MAN sea una excepción, no para mí, que detesto a Allen cuando se pone pretendidamente profundo, pero lo considero un mago de los momentos espontáneos, un genio de lo naif, porque en su cine, en el bueno, lo más sencillo de descifrar es lo que de verdad deja pensando al espectador. Y entiendo que no debe ser fácil comprimir a Dostoyevski en hora y media, como tampoco debe ser fácil encontrar química entre una de las parejas más improbables del cine reciente, un Joaquin Phoenix que no sabe si explotar su comicidad abstracta o dar rienda suelta a toda su ferocidad dramática. No está bien dirigido, y su interesantísimo Abe Lucas, un profesor de filosofía borracho y autodestructivo, va mutando en lo que al final todos sospechábamos: sí, un trasunto de Allen. A su lado, Emma Stone haciendo de pija que quiere pasarse al lado oscuro. No le sale. La trama es eso, Dostoyevski mezclado con unas gotas de Kant y adobado un esquelético entramado sobre la moralidad, la culpa, las relaciones represivas y hasta la ruleta rusa. No es que sea mala, es sólo correcta, y esta película echa mucho de menos una mano más destroyer que la de Allen, este Allen, claro.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!