martes, 15 de agosto de 2017

La destrucción de la inocencia



Del documental de ayer extraje, además de una impagable porción de sabiduría cinéfila, dos conclusiones: que llevaba demasiados años sin escribir sobre Hitchcock y que me he dado cuenta de que aún no había visto THE WRONG MAN. Hoy se subsanan dichos entuertos, porque nunca es tarde para volver al genial director británico y porque precisamente me parece que éste es un film francamente peculiar. Es (lo especificó perfectamente Scorsese) un estudio psicológico sobre el significado de la culpa y la redención, disfrazado de thriller, y que, en último término, anuda el argumento principal en torno a una injusticia social que roza el absurdo terror kafkiano, por lo que es tan complicado atribuirle un género en concreto. De hecho, coincido en que la construcción de la trama contiene numerosas lagunas, incoherencias y veleidades, que de no estar dispuestas por quien están tomaríamos como burdos fallos de guion, pero que adquieren una nueva dimensión cuando nos paramos a pensar qué es exactamente el críptico y exasperante mensaje desprendido de la truculenta epopeya de Manny (impresionante Henry Fonda), músico de jazz a sueldo y padre y esposo ejemplar, que de la noche a la mañana se ve acusado de una serie de atracos a mano armada, y sin mayor explicación es poco menos que prejuzgado y arrojado a una celda, sin que veamos alguna posibilidad de defensa. Habría que extenderse una barbaridad para entrar en la cantidad de modulaciones de guion que realiza Hitchock, en cómo zarandea la percepción del espectador e incluso nos hace dudar acerca de la intachabilidad del protagonista, casi reducido a espectador mudo de su propia desgracia.
Una extraordinaria película que viene que ni pintada en estos tiempos en los que precisamente los prejuicios inundan las redes sociales, enturbiando, cuando no ninguneando, el trabajo del poder judicial. Por cierto, yo no tengo a nadie escondido en mi casa... por si acaso.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

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