viernes, 29 de septiembre de 2017

Pasión fría



Otro de los nombres míticos que se nos marchó recientemente es el de Jeanne Moreau, actriz inmensa, inabarcable e inclasificable; mezcla imposible entre Anna Magnani, Ingrid Bergman y Bette Davis, y musa de decenas de directores, que sucumbieron ante su dominio de la escena y magnética mirada. Son muchos los títulos que han aparecido aquí y que resaltaban el protagonismo de Moreau, que fue, además de actriz, directora, escritora y audaz librepensadora en un mundo y un mundillo que en demasiadas ocasiones ha mantenido a las mujeres, a conveniencia, como fetiches sexuales, sin mayor presencia que el contrapunto frívolo a los verdaderos protagonistas, los hombres. Y uno de los films que más significativos me parecen en relación a esta cuestión es LA MARIEE ÈTAIT EN NOIR, el thriller cubista que François Truffaut filmó en 1968, adaptando la novela de Cornell Woolrich y que le sirvió como intachable tratado feminista, aunque tirando por lo truculento, es cierto, pero que supone una interesantísima vuelta de tuerca al tema de los roles, no ya en los repartos cinematográficos, sino en cualquier ámbito de la vida. Una visión simplista la emparentaría con la falsa creencia de que se trata de un relato sobre la venganza, cuando yo lo veo más como un enfriamiento de las pasiones toda vez la verdad, indiferente y cruel, cae sobre el culpable que ha enterrado su delito con el cemento de lo cotidiano. Nada tiene que ver, pues, como he oído, con el díptico que Tarantino ideó hace unos años, ni tampoco con las variaciones sobre venganza de género del coreano Park Chan-wook. Truffaut engloba muchas más cosas, desde la insatisfacción sexual femenina hasta la hipocresía del eterno donjuán, encarnada aquí en cinco hombres que idealizan a la mujer, pero apenas la consideran más allá de su posible y efímero atractivo. Un absurdo crimen, cometido varios años atrás, es el punto de partida desde el que esta mujer, paradigma de todos los vicios y virtudes del alma rota en mil pedazos, irá urdiendo un frío y enigmático plan para acabar, uno a uno, con cada uno de estos hombres. Pero ¿por qué no?, también con cierta repugnante y trasnochada idea de la masculinidad...
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!