jueves, 8 de febrero de 2018

Una terrible infancia



En INCOMPRESA, Asia Argento logra un autorretrato nada complaciente, rozando la denuncia hiriente aunque sin llegar al despecho emocional. Si su infancia fue así debió ser terrible, pero es encomiable que la hija de Dario Argento no se acomode en el exabrupto escabroso y prefiera construir una película con armas cinematográficas, que no es poco. Su mirada es perturbadora, a veces extrañamente incómoda, y es en esa incomodidad, en el rechinar de un mundo dominado por la superficialidad, donde brilla con luz propia Aria, que ve aplastada su sensibilidad extrema por un entorno que, efectivamente, no la comprende, sino que la escupe de un lado a otro. Un padre narcisista y engreído, una madre que parece recién llegada de alguna parte, unos amigos que se burlan de ella, unas hermanas que simplemente la odian. Aria es una niña obligada a crecer a toda velocidad, dejándose muchas cosas por el camino, pero entendiendo antes que nadie que las relaciones humanas (y muy probablemente las familiares) están asentadas en un crujiente adorno de hipocresía, maldades y egoísmo. La imagen de esa niña, incomprendida, pero también incapaz de comprender qué le está pasando y por qué, rodeada de adultos que apenas reparan en ella, es la foto fija de este sorprendente y necesario film, una declaración de principios o un exorcismo sin ánimo de ajustar cuentas, más bien con el propósito de ensayar la caricia de cicatrices que nunca llegan a cerrarse del todo.
Nadie que se sienta solo debería perderse esta maravillosa joya escondida.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!