martes, 6 de marzo de 2018

Wajda. Brillo y dominio #27



DYRYGENT, de 1980, es un contenido y delicado tratado sobre la autorización de la experiencia enfrentada al ansia de la juventud, en el que un inmenso John Gielgud daba vida a un director de orquesta polaco que lleva medio siglo exiliado en Estados Unidos y, tras mucho meditarlo, decide realizar un último viaje a su patria para conocer de primera mano la realidad de una Polonia muy diferente a como él la recordaba. Pero también es la historia de una mujer, hija del amor de juventud del director, violinista de profesión y casada asimismo con otro joven director de orquesta, que acoge al legendario visitante con una mezcla de temor reverencial y desdén inexperto. Se establece así un complejo juego de correspondencias, porque el marido carece del talento natural del viejo director, pero no lo reconoce, mientras éste alberga esperanzas de que quizá él pueda ser su sucesor, mientras la mujer se debate entre ambos hombres, a los que admira por muy diferentes motivos. Es un film que contiene un ritmo interno armónico y algo melancólico, como una carta de despedida o una lección vital que se muestra en escenas de un talento narrativo inigualable, como la larga secuencia en que el matrimonio se encamina a su casa sin para de discutir y, una vez allí, se desnudan mecánicamente, con la mente puesta en la discusión, y sólo para descubrir que en realidad prefieren seguir discutiendo a hacer el amor... así que se miran amargamente y vuelven a vestirse... Por escenas como ésta es que el cine es considerado un arte...
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!