jueves, 5 de abril de 2018

Las escalinatas del poder



En estos momentos tan convulsos, en los que la política está más judicializada que nunca, el papel de la prensa se minusvalora desde la politización de la misma y los derechos de las minorías vuelven a estar en entredicho, un director de cine septuagenario, con fama de acomodaticio y poco dado a los golpes de efecto, pone el dedo en la llaga de una forma que quizá nadie esperaba. En esta incierta y tenebrosa era de la presidencia del incierto y tenebroso Donald Trump, Spielberg filma casi una precuela, cuarenta años después, de aquellos celebérrimos "hombres presidenciales", y lo hace rebobinando con una inteligencia y una claridad que deberían poner en un aprieto a un señor tan racista, violento y misógino, porque lo que pone de manifiesto THE POST es, ni más ni menos, la prevalencia de la verdad sobre la falacia, y cómo precisamente de los sitios más insospechados salen las decisiones más decisivas y valientes. Se narran las dificultades del Washington Post por eludir la quiebra, tras la llegada a la presidencia del periódico de Kay Graham tras la muerte de su marido en plena era Nixon. Casi como un latido que reverbera tras cada prodigioso enfrentamiento dialéctico, se ve asomar el motivo principal, la aparición de unos documentos clasificados del gobierno, que habían sido sustraídos y que comprometían gravemente la actuación del gobierno americano en la guerra de Vietnam. Así, Spielberg construye una película que comienza densa, complicada de seguir con agilidad, pero que va tonificando poco a poco sus resortes, una vez el espectador va encontrando los caminos, guiados por dos actuaciones portentosas, las de Tom Hanks y una maravillosa Meryl Streep, capaz de dominar cada gesto conscientemente. Todo ello se vuelca en uno de los mejores films de Spielberg, en la línea de LINCOLN, pero con un guion mucho mejor construido y un ritmo menos pesado. Una bofetada sin manos para un trasunto de presidente, que quizá no esté midiendo bien su constante menosprecio a ese cuarto poder y que parece estar claramente tras otra siniestra presencia, la de un Nixon enfurecido y de espaldas en la Casa Blanca. La escena final, más que un guiño, aún añade más elocuencia a una película elocuente como pocas.
Saludos.

2 comentarios:

Mister Lombreeze dijo...

Con su aval le daré una oportunidad
Mi prejuicio me decía que era Lincoln II y no estaba dispuesto a volver a pasar por ese trago.

dvd dijo...

Esta es bastante mejor. Pongo mi prestigio en juego en ello...

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!